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“Les pateamos el culo a todas las corporaciones, menos a ésta” marzo 25, 2008

Posted by Lodovico Settembrini in El Reino de este Mundo.
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Un amigo nos envía estas líneas… Disfruten.

Bastó un escandalete y un papelón para que los diarios recordaran por un instante la existencia del D.A.P., o diplomático argentino promedio. Ese hipotético tipejo que con nuestros impuestos busca vivir como aristócrata al margen de los valores democráticos modernos. Ese burócrata vago y derechoso, que piensa la diplomacia como un juego de TEG con países reales, y cuyo estómago sólo admite exquisiteces y champán. Ese ser que llama a la Cancillería ‘La Casa’, no por su asombroso parecido con los panópticos televisivos de hoy, sino más bien porque todavía la cree el hogar de una familia, su familia, que finge una alcurnia que no tiene.

Claro, la vertiginosa realidad periodística casi podríamos decir que exige estas generalizaciones. De otro modo, no podría concentrarse en lo importante, es decir, la renuncia de tal, su reemplazo por cual, y las jugadas maestras que algún otro ha orquestado para ello. El resultado, incluso entre los periodistas más proclives al gobierno, es un cuadro bastante pobre de la actual política respecto de los diplomáticos, que se resume en frases como la del título, que sólo sirven para revivir una vieja pelea entre viejos, con mucho impacto y poca información.

¿Qué perdemos en ello? Bastante. Y es que el DAP puede descomponerse en una multitud de tipos sociológicos weberianos que vale la pena revisar. Entre los más representativos, uno podría empezar citando al diplomaticus traditionalis, tipo experimentado, adusto y realista, que se obsesiona por las formas y por la alta política, aspectos que maneja con destreza. Su gran enemigo: el oeconomicus mercosurianus, especie introducida en forma experimental durante los ’90 y que, a pesar de los esfuerzos de aquellos años, aún no goza de la mejor de las saludes. Economistas todos, suelen ser liberales, pero no siempre: también los hay desarrollistas.

Un tipo muy abundante es el diplomaticus burocraticus, generalmente apolítico, generalmente abogado, generalmente lento como sus pares en otras reparticiones estatales, esta especie suele tener una imagen algo distorsionada de sí misma, pues se ve mero instrumento ejecutor, más que artífice, de la política exterior.

En los escalafones medios y bajos es fácil distinguir al joven diplomaticus progre. De perfil académico diverso, con mayoría de politólogos y licenciados en RRII, le fascinan las teorías posmodernas o constructivistas, y desdeña el realismo economicista de sus mayores. Hiperactivo, excitado, diestro en temas informáticos, suele preocuparle la vinculación de su trabajo con otros actores sociales distintos de políticos y empresarios.

Menos nítidos, y hasta quizás transversales respecto de los anteriores (para mayor información, consultar al viejo Weber) son el intrepidus, muchas veces menospreciado por sus pares, y que suele habitar países en guerra, estados fallidos y demás lugares peligrosos del globo, el filius, existente en todas las profesiones por comodidad u obligación familiar, el empleus stabilis buscans, producto lógico de las crisis de nuestro país, el academicus frustratus, y hasta el dubiosus.

Semejante riqueza no es sólo el resultado final del flujo y reflujo de paradigmas como el burocrático o el gerencialista, que a lo largo de los años se han dado cíclicamente en nuestra larga transición democrática. También es el producto de una política pseudo gramsciana del actual gobierno, que en forma silenciosa, solapada y casi inconsciente, como esos ruidos de ‘Casa Tomada’ de Cortázar, ha venido pensando la Cancillería del futuro.

¿Cómo?

Por un lado, preservando logros importantes de la modernización de los anteriores gobiernos democráticos, como fue el rediseño del concurso de ingreso y de la currícula del Instituto del Servicio Exterior (ISEN), donde se forman los diplomáticos. Ello permitió no sólo afianzar la transparencia, sino también seleccionar profesionales de perfiles ideológicos bien diversos, capaces de soportar el desarraigo y defender los intereses del país. Y por otro lado, poniendo el acento en lograr un perfil más progresista en los futuros diplomáticos de nuestro país. Para eso ha fomentado en la formación de los funcionarios materias sobre Derechos Humanos, Economía y análisis político de perfil progresista, e incluso ha promovido visitas a la ESMA.

Del ISEN no salen ‘cuadros’, claro, pero sí trabajadores que representan la diversidad política y geográfica de nuestro país, que son concientes de los males que acechan a los diplomáticos desde sus orígenes mismos, allá, por el s. XVIII, y que por eso mismo son capaces de vincularse con la sociedad civil en sentido amplio. En mayor o menor medida, según el perfil socioeconómico y político de cada egresado, quienes salgan de este ISEN que desde hace algunos años promueve visitas a plantas industriales, a la ESMA y a las provincias, en suma, que sumerge a sus alumnos en esa misma realidad de la que vienen, seguramente sabrán cómo acompañar una política industrialista, centrada en los Derechos Humanos y en el regionalismo.